¿Y qué si nos vamos anticipando
de sonrisa en sonrisa
hasta la última esperanza?
Alejandra Pizarnik
Estamos andando los últimos pasos de la segunda década de trabajo, junto a las comunidades. De ellas provenimos y con ellas luchamos. Partimos de una realidad con preocupaciones y problemáticas específicas que a su vez confluyen con graves violaciones a derechos humanos en todo el país. Por ello los pies están en nuestros territorios, mientras que nuestras manos se enlazan a redes regionales, nacionales e internacionales con quienes coincidimos en la exigencia de nuestros derechos y en el cuidado de nuestra casa común.
El último año ha sido especialmente difícil a nivel planetario: a las problemáticas acuciantes en el entorno, se añadió una pandemia que sigue sin controlarse, y que ha derivado en impactos diversos a la población. Desde el entorno inmediato sentimos la partida de varias compañeras y compañeros de los grupos comunitarios, así como del Padre Rubén García Muñoz, Coordinador de la Pastoral de Derechos Humanos de la Diócesis de Tlaxcala y socio del Centro Fray Julián Garcés. La muerte, que ronda estos caminos tan afectados por la contaminación y la trata de personas con fines de explotación sexual, se ha hecho más presente en tiempos de pandemia. Además, las afectaciones a la salud, a la economía y a la alimentación han sido terribles. El Covid-19 ha puesto en mayor evidencia los estragos de este sistema mundial capitalista en que vivimos, y, por tanto, ha hecho más presente la importancia de nuestra lucha.
Hace unos meses, sin saber que la muerte lo acecharía, el padre Rubén nos recordaba: “que la brújula de nuestras misiones sea siempre el Bien Común donde esté incluida toda persona y la misma madre tierra”. Ese cuidado de nuestro entorno, esa defensa de nuestros derechos, esa perspectiva de un sistema distinto que se sustente en la dignidad, en el cuidado de la tierra, en la acción comunitaria y en el intercambio de saberes, es el abono que alimenta la esperanza y viceversa. Sobre eso continuamos.
El año anterior no emitimos informe público. Las complejidades del contexto de salud por el Covid-19 nos hicieron centrarnos en la resolución de otras cuestiones, por ello en este informe compartimos el quehacer del último año, pero también elementos del anterior. En el primer apartado, Mirada institucional, abordamos cuestiones generales del trabajo, haciendo un análisis sobre los alcances que hemos tenido en las dos problemáticas a las que nos abocamos: trata de mujeres y niñas con fines de explotación sexual, y devastación socioambiental en la Cuenca del Alto Atoyac. Agregando algunos otros elementos del trabajo de la institución.
En los dos apartados siguientes los Programas operativos del centro abordan las actividades y resultados del trabajo. Finalmente, en el último apartado, hacemos memoria de las y los compañeros que han partido en medio de la pandemia, sabiendo que su andar es abono y semilla en este camino por la justicia.
Hoy, 2021, seguimos latiendo en nuestro compromiso: nos mueve la lucha por la vida, la conciencia de nuestra dignidad, el conocimiento de la importancia de nuestras comunidades, la exigencia de nuestros derechos. Ante la muerte hemos sabido dar luz, sonreír mientras caminamos, dándonos la mano para seguir. Como dice la poeta Alejandra Pizarnik:
“Pues eso es lo que hacemos.
Nos anticipamos
de sonrisa en sonrisahasta la última esperanza”.